Esperando adoptar a mi hija.

Los sicólogos Sonia Geni Rivero y Carlos de Luca, del Departamento de Sicología y Metodología del Comportamiento de la Universidad del país vasco, concluyeron que los casos resultan únicos en su tipo, al igual que la convivencia pacífica de tres razas en una misma región.Pero las conclusiones de los investigadores del viejo mundo en nada alteran la vida familiar y social en la zona.

Si bien no están plenamente documentado, se sabe que en la región de Cuauhtémoc múltiples familias están compuestas por menonitas y mestizos, incluso en los últimos años se han tramitado varias adopciones de niños tarahumaras.

Es el caso del matrimonio formado por Armin Bergen Dyck y su esposa Norma Regalado. Él de origen menonita, ella chihuahuense. Después de años de matrimonio y varios intentos para adoptar, un 23 de septiembre recibieron con gran alegría la noticia de que por fin tendrían entre sus brazos a una niña.Alexa Sarahí, una pequeña rarámuri, llegó a sus vidas mediante la adopción para llenar de amor y sonrisas el hogar de esta peculiar familia.Pero sólo dos días después de recibirla, Norma se practicó una prueba de embarazo que resultó positiva.Hoy Alexa tiene un año tres meses y Lilian Elizabeth, su hermana menor, sólo dos meses.Los cuatro forman parte de una familia extraordinaria, no sólo en aspecto de raza y cultura, sino por ser una pareja con valores y principios.“A veces me preguntan si se quieren igual, yo les respondo que no sé si otras mujeres hagan diferencias, para mí no las hay. Yo daría mi vida por cualquiera de mis dos hijas”, dice Norma mientras abraza a su hermosa Alexa, y la pequeña Lilian duerme plácidamente en su portabebé.

María y Juan Manuel

“Al verlo en los brazos de la psicóloga del DIF, inmediatamente supe que él era mi hijo”, recuerda María Guenther Fher, mientras sus ojos se llenan de lágrimas cuando narra el día en que Dariel Fernando llegó a sus vidas.María y su esposo Juan Manuel Cabrera, se registraron hace poco más de tres años en el programa de adopciones del DIF, pero estaban a punto de perder la esperanza de lograr un bebé por este medio.Cuando menos lo esperaban, recuerda María, el pasado 2 de junio, recibieron la llamada que les cambió la vida: debían presentarse en el DIF para entrevista con la psicóloga.La intervención de Dios, afirman, fue crucial para que Dariel Fernando llegara a esta familia.En la primera semana que estuvo en casa, el niño permanecía serio y callado, “pero el amor es grandioso, en pocos días comenzó a sonreír y hasta su carita cambió”, dice María. Ahora el pequeño Fernando es un bebé amado, bien cuidado y que recibe una educación en todos los ámbitos, mientras que sus papás han cumplido su más grande sueño.

Ruth y Daniel

Gloria tiene nueve años y es la mayor de tres hermanos que por azares del destino deben vivir ahora en casas distintas, pero siempre en contacto.Sus padres adoptivos son Ruth Bergen y Daniel Javalera, otro matrimonio entre una menonita y un mestizo.La pareja siempre tuvo en claro que algún día integrarían a su familia a alguien como Gloria; sin embargo, no sabían cuándo podría ocurrir.“Sabíamos que lo íbamos a hacer, pero no tan pronto”, ríe la joven mamá, quien explica que fue a través de su iglesia donde supieron el caso de estos tres pequeños niños indígenas que habían quedado en total orfandad, y que buscaban un hogar.El caso tocó el corazón de Ruth, quien pensó que Gloria debía formar parte de sus vidas. De carácter dulce, apacible y muy sociable, Gloria tiene poco menos de cuatro meses viviendo en casa de Ruth y Daniel, y ellos han iniciado el proceso de adopción.La niña luce feliz de haber encontrado una nueva familia.Sus hermanos fueron también aceptados por otras familias de la zona que procuran el contacto entre los niños, y que los han recibido con mucho cariño.

Cómo estos casos, muchas familias de la región, compuestas por menonitas y mestizos han tramitado adopciones de niños tarahumaras en los últimos años. En algunos casos estas adopciones se han realizado bajo los esquemas legales, en otros se trata de familias que toman bajo su tutela a pequeños rarámuris en desamparo. Además de su lengua materna, estos infantes logran con el paso del tiempo dominar perfectamente el español y el alemán.