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Algunos apuntes que tal vez a alguien puedan ser útiles.

lunes, 20 de septiembre de 2010

La experiencia de un amigo, su esposa y su hijo.

Pocas emociones son tan profundas como la de sentirse padre o madre, eso ya lo sabíamos antes de que el pequeño Adrián llegase a nuestras vidas. Pero nunca una teoría, por certera que sea, puede acercarse ni de lejos, a la práctica. Eso, de manera teórica, también lo sabíamos. Estábamos seguros de que el abanico emocional se nos ensancharía hasta dar la vuelta a cualquier otro sentimiento que hubiera formado parte de nuestra existencia hasta ese momento. Lo sabíamos, y aún así, la sensación fue mucho más maravillosa de lo esperado.

Estuvimos cerca de seis años deseando poder agrandar nuestra familia de dos. Nuestras ganas de amar estaban locas por explotar, por invadir territorios nuevos. Fue una espera larga y dura. Aquí en España es difícil adoptar niños sin tener que esperar largas temporadas. Decidimos abrir fronteras y nos decantamos por Colombia, pensando que el lapso, aunque también amplio, se redujese al menos un poco.
Pero no había manera. Los meses de incertidumbre se sucedían uno tras otro, como losas sobre nuestras cabezas que cada vez hacían más duro sobrellevar las tareas diarias con las que tratábamos de evadirnos de la sensación de abandono. Parecía que el sueño jamás se haría realidad. Lo que se suponía serían 2 años o 2 y medio de espera, comenzó a prolongarse de manera inmisericorde.

Cuatro años a la expectativa. Los corazones se retorcían progresivamente. Aquello era cada vez más duro. Las listas se movían tan pesadamente como un caracol lo pueda hacer sobre una hoja de parra. ¿Para qué negarlo? Es duro aceptarlo, pero lo cierto es que en los últimos meses nos sentíamos bastante mal.

Un día nos enteramos que la lista de adopción aquí en Madrid se abriría durante algunas semanas. Solo lo hace una vez cada 5 ó 6 años. Era compatible con el expediente en Colombia. Nos tiramos de cabeza con pocas esperanzas. Gracias a Dios los años de espera contaron, y en menos de 3 meses nos llamaban advirtiéndonos que en cualquier momento podríamos ser requeridos para recoger un menor en situación de abandono, aquí en la Comunidad de Madrid.
Dos semanas después de aquello tuvimos a Adrián, con 14 días, en nuestros brazos.

Era precioso, ¿qué os voy a contar? Cara redondita, labios carnosos y hoyuelos en las mejillas. Un solete.


El sueño, no solo era realidad, sino que había superado todas las expectativas.


¿Nos ha servido de lección? Ójala sí; sin embargo no puedo estar seguro de que si nos viéramos otra vez en situación semejante, no desesperaríamos de la misma manera. Supongo que no, porque ya tenemos a Adrián para hacernos de la nueva espera algo mucho menos pesado de soportar.



¡¡¡Muchas gracias Roberto por compartir este momento de sus vidas!!!

Dificilmente puedo explicar lo que tu participación con tu experiencia sirve en este momento.

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