Afortunadamente entre los hombres es poco lo que se platica
de este tema. Eres o no eres. El resto apenas nos importa.
Lo que no significa que no sepamos del miedo a no poder
cumplir con la responsabilidad que lleva esa palabra. ¡Claro que lo sabemos!
Eso es lo que nos paraliza, nos hace decir verdaderas tonterías en los momentos
menos apropiados y nos hace trabajar como idiotas todo el día y parte de la
noche. Para llegar cansados, con ese miedo, alerta a cualquier posible nuevo
problema y más y más deseosos de poder asegurarnos que nuestros hijos estén
bien.
No voy a negar la existencia de los otros hombres. Esos que
hace rato dejaron a un lado la palabra padre para quedarse con la de semental.
Hay los que decidieron que sólo tienen una familia, dos, tres, pero muchos
“hijos” de los que no tiene responsabilidad porque “fue cosa de la vieja
pendeja y no mía embarazarse”. Entre las familias de mis alumnos he tenido
muchos casos de esos, me dan asco porque quiero ser padre y esos tarados no
aprovechan la oportunidad de serlo.
Bromas pesadas sobran acerca de eso de que “te amarran con
el hijo” y dentro de lo cruel que suena ese chiste, las mujeres deberían notar
que tiene guardado ese miedo del que hablo y mi mujer escribe.
Señoras, nosotros no tenemos “Baby Shower”. Mis amigos
reciben más esa broma sexista que una invitación a compartir con las mujeres
esa “maravillosa alegría” de tener un hijo. Una vez traté de acompañar a mi
esposa y las miradas que me lanzaron todas las invitadas (y la celebrada)
bastaron para que me sintiera una rata en una pastelería. Por favor, tengan en
cuenta eso cuando critiquen a los hombres por no expresar su alegría como
ustedes.
Incluso de chavos sentimos eso. Y el miedo se convierte en deseos de pelear contra esa responsabilidad, el miedo genera el deseo de huir. Y así sigue la cadena.
Quiero ser padre. Llevar a mi hija al cine, revisar sus
cuadernos, pasear con ella y mi esposa por la ciudad, leerle, regañarla,
desvelarme cuando se enferme, comprarle la muñeca esa rara que no se de qué
programa sale, quejarme de su música, tratar de compartirle la mía, odiar a sus
novios, preocuparme por que salió y no se ha reportado, ser árbitro entre mi
esposa y ella, ser víctima de mi esposa y ella. Despedirme de ella en la
universidad creyendo que volverá a casa,
odiar a su marido, amar a sus hijos.
Pueden ver que en esa corta lista no incluí el embarazo de
mi mujer, ni los chillidos del bebé. Yo se que esos son momentos “mágicos” que
se desvanecen. Siempre me ha ganado la ternura de esa etapa, me encanta cargar
los bebés de mis parientes, de mis amigos. Irme a mi casa y fantasear con mi
mujer acerca de cómo les irá en la escuela, cuando mi conocimiento y el
carácter de mi esposa son más afines.
Amo a mi esposa. Llevamos más de diez años viviendo juntos y
la conozco, la he visto soñar despierta con nuestra hija, notado cómo su mirada
sigue a una niña en el parque, en el cine; escuchado sus comentarios que se
escapan cuando pasa por una juguetería, cuando le hablo de alguna alumna o
convive con sus sobrinas.
Ha diseñado el cuarto de nuestra hija tantas veces como nos
hemos cambiado de casa, visto alguna donde podríamos vivir, o cuando ve algo en
un catálogo.
Hace años, al desesperarse por no poder hablar con la gente
cercana acerca de nuestra idea de adoptar, le comenté que TAL VEZ podría compartirlo con desconocidos en un
blog.
Ya conocen el resultado de esas palabras.
Quiero ser padre. Y
se que muchos hombres tiene esa misma idea. Es por eso que hay películas que se
vuelven inolvidables, Que reflejan bien ese deseo de poder evitar que cualquier
cosa mala les pase a nuestros hijos. O, en su defecto, de asegurarnos que quien
les haga daño lo paguen. En esas mismas películas verán el lado opuesto, porque
reconocemos que existe. Y es por eso que le dije a mi esposa que escribiera
acerca de mi punto de vista, en lugar de estarse peleando con la gente que no
quiere entender el de ella.
Señoras. Los hombres merecemos la oportunidad de valorarnos
como padres, no sólo como los que dan el espermatozoide y el dinero. Por eso me gusta que al ser un matrimonio el que va a adoptar, se pidan tantos requisitos, así se elimina el pretexto de que sólo uno de los dos quiere tener hijos. Y espero que en un futuro mi mujer pueda cambiar el nombre del blog y escribirles de nuestra hija.
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